Qué es el niño[1]
Qué articulación es posible establecer entre los cuatro momentos
lógicos de la constitución subjetiva: narcisismo, estadio del espejo, fort da y
Edipo.
Existe
una articulación estructural entre los conceptos a los que alude la consigna.
Si bien son conceptos que no todos han sido concebidos en tanto articulables
entre sí, representan movimientos lógicos en la estructuración psíquica, que se
relacionan e imbrican íntimamente.
Si
tomamos el concepto de narcisismo, utilizado por Freud y relegado por Lacan[2]
que en su bosquejo primitivo puede asociarse a la primera fase del estadio del
espejo, el cual está muy ligado al narcisismo parental –como proyección de
éste- ya que la imagen con la que se identifica el niño es la que le ofrece su
madre –constituida en representante del Otro-.
En
esa suerte de separación de la madre que se juega en el fort da se inaugura lo
real de la ausencia materna y se genera la diferenciación progresiva yo no-yo.
En
esta última fase del estadio del espejo con esta imagen construida por el otro
materno, se inicia el primer tiempo del Edipo según lo enuncia Lacan, el cual
derivará en la intervención paterna y las consecuentes identificaciones que
definirán la constitución del sujeto.
Para
una articulación más estable entre los momentos mencionados en la consigna se
requiere de una profundización de los conceptos; los cuales han sufrido, en el
devenir de la reflexión teórica de “los padres” del psicoanálisis y sus
contenidos, significativas transformaciones.
Estos
conceptos son instrumentos que permiten la lectura, el análisis y la
intervención con los padres, profesionales que interactúan con el paciente, en
las diversas posiciones asumidas por éstos y el particular lugar que se le da al
niño en el proceso de subjetivación ya por parte de los padres como de los
propios profesionales que intervienen con él.
Analizar
también el vínculo con la madre o su sustituto, la autonomía conseguida o no en
su desarrollo, la intervención del padre como tercero necesario para romper la
díada madre-hijo. El lugar de la patología en el psiquismo de los padres y el
rudimentario psiquismo del niño.
Psiquismo
evidenciado en el discurso de los padres: en los actos, sus silencios, sus
ausencias, sus olvidos y en la recurrencia de indicadores en la matriz
relacional del sujeto.
La
transferencia conceptual encuentra exigencias atravesadas por el malentendido,
lo cual requiere de cierto posicionamiento dinámico por parte de los terapeutas
que intervienen para aprehender de sus intervenciones.
Es
larga la reflexión acerca de la transferencia entre teoría práctica y amplio el
margen de desacierto que tiene la valoración teórica de los casos en momentos
distintos a su conclusión.
……………………………….
Se
toman, a mi entender, a fines didácticos estos cuatro momentos estructurales y
estructurantes de la subjetividad.
Si
bien no existe sino una relación de tiempo lógico entre los momentos de las
constitución subjetiva, en diferencia al tiempo cronológico; ambos se
entrecruzan y anudan de forma singular. El sujeto se constituye en este
atravesamiento, o no.
Narcisismo:
En
el narcisismo, captación amorosa del sí mismo, el bebé va construyendo
progresivamente su unidad yoica hasta poder establecer relaciones con los
objetos del mundo externo. Dependiendo del lugar simbólicoque le asignen los
padres, de las palabras inscriptas en el inconsciente que dirige la función
materna y paterna.
Estadio
del espejo:
Es
un momento que atraviesa el niño entre los seis y dieciocho meses de vida,
donde su imagen reflejada en el espejo le produce un estado de júbilo, lo que
generalmente es festejado por su madre. El niño sólo puede llegar a reconocer
su imagen en el espejo, si ésta es deseada y libidinizada por la madre –quien
oficia de espejo-. Este encuentro de su imagen con la imagen del otro, le
permite diferenciar entre él y el otro, el yo del no-yo.
Narcisismo
y estadio del espejo se corresponden, pues el deseo y la mirada del Otro
materno son imprescindibles a la constitución del sujeto.
Juego
del Fort-da:
El
juego del fort-da, tomado por Freud para representar la instancia de
elaboración de la ausencia materna por parte del niño. Son inherentes a este
momento la actividad lúdica y el inicio de la representación simbólica, lo que
constituye la base para el desarrollo de este juego que genéricamente se
denomina fort-da en alusión a la experiencia de juego observada por Freud en su
nieto de año y medio.
En
este suceso de partida de la madre el niño representaba un papel pasivo, era el
objeto del suceso, papel que troca por el activo repitiendo el suceso, a pesar
de ser penoso para él como juego.
“Este
impulso podría atribuirse a un instinto
de dominio, que se hace independiente de que el recuerdo fuera o no penoso
en sí. […] El arrojar el objeto de modo que desapareciese o quedase fuera podía
ser asimismo la satisfacción de un reprimido impulso vengativo contra la madre
por haberse separado del niño y significar el enfado de este: «Te puedes ir, no
te necesito. Soy yo mismo el que te echa.»
Freud
en el mismo texto de Más allá del
Principio del placer agrega que el niño acostumbraba “un año después, al enfadarse contra alguno de sus juguetes, arrojarlo
contra el suelo, diciendo: «¡Vete a la gue(rr)a!» Le habían dicho que el padre,
ausente, se hallaba en la guerra, y el niño no le echaba de menos, sino que,
por el contrario, manifestaba claros signos de que no quería ser estorbado en
la exclusiva posesión de la madre”. Dando claramente lugar a la
articulación de esta experiencia lúdica a el inicio de la conflictiva edípica.
Complejo
de Edipo:
Complejo
de relaciones en la estructura familiar en la cual se incorpora el niño en su
fase fálica de desarrollo psicosexual, donde la curiosidad sexual hacia su
madre crea un vínculo de naturaleza erótica con ella y de agresión hacia la
figura paterna. Es el padre, lugar de la ley, quien impide el incesto con su
doble mandato: “no te casarás con tu madre” y “no reintegrarás tu producto”. Es
la madre quien debe hacerlo escuchar por el niño; es ella quien autoriza al
padre.
Este
momento involucra una serie de experiencias placenteras y represivas que
acarrean como corolario la instauración del yo ideal y de la conciencia moral
(instancia superyoica).
En
otros términos, es el Complejo de Edipo que decide de manera más o menos
definitiva el tipo de elección de objeto y la identidad sexual del sujeto.
Estos
momentos que se constituyen entorno al concepto del niño y su sexualidad no
existen en la práctica como tales. No son traspuestos directamente sino como consecuencia de una observación
intencional, sistemática, de la atención “libremente” flotante del trabajo
clínico y del análisis de la propia posición respecto de estos momentos en la
historia subjetiva del terapeuta.
La
ética del terapeuta reside en valorar todas las observaciones, análisis e
interpretaciones de la experiencia clínica, desde el análisis de su propia
subjetividad (llámese contratransferencia o resistencia del analista).
¿Cómo
y dónde se observan estas cuestiones en el trabajo clínico?
Estas
cuestiones cobran relevancia cuando observamos:
ü Relaciones simbióticas entre
bebé y madre que se prolongan en el tiempo;
ü Cuando la angustia del niño se corresponde a la angustia materna.
ü Cuando la mirada materna registra no registra logros del niño;
ü Cuando hay una negación del lugar del padre, madres solteras.
ü Vínculos agresivos y violentos entre padres e hijos.
ü Etc.
Ejemplos
que remiten al propio tránsito de los padres por estos momentos en la
constitución de su subjetividad. Donde es particularmente central las
características de la elaboración de la conflictiva edípica.
Ø Determinantes y/o condicionantes para la construcción de la imagen
corporal del niño. Su valor para la constitución subjetiva.
Quien
rescata del estado de prematurez e indeterminación -del altricial desamparo- es
la madre con su función. Aquí cumple un papel relevante las características
subjetivas de la madre y su pasaje por los desfiladeros del significante.
El
lugar en el que se ubica el niño imaginado, el duelo frente al contraste entre
éste y lo real de la discapacidad que se incorpora como siniestro en el
narcisismo de cada padre y de la pareja conyugal.
Lacan
en su monografía “La Familia ”
destaca la importancia de las características de salud o patología vincular
entre los padres, pues es en ése espacio en que se ubica el niño.
Una
madre suficientemente buena que pueda elaborar el duelo del niño deseado y
la -ruptura narcisista consecuente-
puede rescatar al individuo de la psicosis o de la muerte. Facilitando su
tránsito por los momentos lógicos de constitución del psiquismo, en su contacto
físico con él, en la comunicación, en la atención sobre los diversos aspectos
del desarrollo de su hijo (función escópica).
La
discapacidad pervierte la relación de la madre con su propio deseo y su deseo
de hijo, la cual en tanto se pueda reacomodar, reposicionar, posibilitará el
surgimiento de un deseo propio del niño.
Ø “El deseo del Otro”, “Baño del lenguaje”. “Sujeto de deseo”.
En
el desamparo del individuo humano al nacer, es el “deseo del Otro” –representado por la madre- el que le
permite constituirse en sujeto y entablar ese doble vinculo con el Otro y con
su propio deseo. Deseo inconsciente que acarreará durante toda su existencia en
tanto sujeto.
El
concepto de “sujeto” tomado por Lacan como ¡aquello que se habla” o “asunto de
que se habla” da cuenta claramente del valor atribuido al lenguaje como
estructura que preexiste a los humanos y que los determina .
Está
claro que su concepción del lenguaje sobrepasa a la versión de la lingüística
tradicional ya que alude a las producciones simbólicas que tienen sus raíces en
el Inconsciente.
Son
conceptos recurrentes y equívocos que pueden alcanzarse a comprender cabalmente
por la transmisión académica –en parte- y principalmente por el tránsito por el
análisis personal. Lo transferencial en el sentido analítico se da también en
el aprendizaje de la teoría y práctica clínica.
H.R.V.