martes, 21 de octubre de 2014

Acerca de la constitución del Sujeto

 Qué es el niño[1]

 Qué articulación es posible establecer entre los cuatro momentos lógicos de la constitución subjetiva: narcisismo, estadio del espejo, fort da y Edipo.

Existe una articulación estructural entre los conceptos a los que alude la consigna. Si bien son conceptos que no todos han sido concebidos en tanto articulables entre sí, representan movimientos lógicos en la estructuración psíquica, que se relacionan e imbrican íntimamente.
Si tomamos el concepto de narcisismo, utilizado por Freud y relegado por Lacan[2] que en su bosquejo primitivo puede asociarse a la primera fase del estadio del espejo, el cual está muy ligado al narcisismo parental –como proyección de éste- ya que la imagen con la que se identifica el niño es la que le ofrece su madre –constituida en representante del Otro-.
En esa suerte de separación de la madre que se juega en el fort da se inaugura lo real de la ausencia materna y se genera la diferenciación progresiva yo no-yo.
En esta última fase del estadio del espejo con esta imagen construida por el otro materno, se inicia el primer tiempo del Edipo según lo enuncia Lacan, el cual derivará en la intervención paterna y las consecuentes identificaciones que definirán la constitución del sujeto.


Para una articulación más estable entre los momentos mencionados en la consigna se requiere de una profundización de los conceptos; los cuales han sufrido, en el devenir de la reflexión teórica de “los padres” del psicoanálisis y sus contenidos, significativas transformaciones.
Estos conceptos son instrumentos que permiten la lectura, el análisis y la intervención con los padres, profesionales que interactúan con el paciente, en las diversas posiciones asumidas por éstos y el particular lugar que se le da al niño en el proceso de subjetivación ya por parte de los padres como de los propios profesionales que intervienen con él.
Analizar también el vínculo con la madre o su sustituto, la autonomía conseguida o no en su desarrollo, la intervención del padre como tercero necesario para romper la díada madre-hijo. El lugar de la patología en el psiquismo de los padres y el rudimentario psiquismo del niño.
Psiquismo evidenciado en el discurso de los padres: en los actos, sus silencios, sus ausencias, sus olvidos y en la recurrencia de indicadores en la matriz relacional del sujeto.

La transferencia conceptual encuentra exigencias atravesadas por el malentendido, lo cual requiere de cierto posicionamiento dinámico por parte de los terapeutas que intervienen para aprehender de sus intervenciones.
Es larga la reflexión acerca de la transferencia entre teoría práctica y amplio el margen de desacierto que tiene la valoración teórica de los casos en momentos distintos a su conclusión.
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Se toman, a mi entender, a fines didácticos estos cuatro momentos estructurales y estructurantes de la subjetividad.
Si bien no existe sino una relación de tiempo lógico entre los momentos de las constitución subjetiva, en diferencia al tiempo cronológico; ambos se entrecruzan y anudan de forma singular. El sujeto se constituye en este atravesamiento, o no.

Narcisismo:
En el narcisismo, captación amorosa del sí mismo, el bebé va construyendo progresivamente su unidad yoica hasta poder establecer relaciones con los objetos del mundo externo. Dependiendo del lugar simbólicoque le asignen los padres, de las palabras inscriptas en el inconsciente que dirige la función materna y paterna.

Estadio del espejo:
Es un momento que atraviesa el niño entre los seis y dieciocho meses de vida, donde su imagen reflejada en el espejo le produce un estado de júbilo, lo que generalmente es festejado por su madre. El niño sólo puede llegar a reconocer su imagen en el espejo, si ésta es deseada y libidinizada por la madre –quien oficia de espejo-. Este encuentro de su imagen con la imagen del otro, le permite diferenciar entre él y el otro, el yo del no-yo.
Narcisismo y estadio del espejo se corresponden, pues el deseo y la mirada del Otro materno son imprescindibles a la constitución del sujeto.
Juego del Fort-da:
El juego del fort-da, tomado por Freud para representar la instancia de elaboración de la ausencia materna por parte del niño. Son inherentes a este momento la actividad lúdica y el inicio de la representación simbólica, lo que constituye la base para el desarrollo de este juego que genéricamente se denomina fort-da en alusión a la experiencia de juego observada por Freud en su nieto de año y medio.
En este suceso de partida de la madre el niño representaba un papel pasivo, era el objeto del suceso, papel que troca por el activo repitiendo el suceso, a pesar de ser penoso para él como juego.
“Este impulso podría atribuirse a un instinto de dominio, que se hace independiente de que el recuerdo fuera o no penoso en sí. […] El arrojar el objeto de modo que desapareciese o quedase fuera podía ser asimismo la satisfacción de un reprimido impulso vengativo contra la madre por haberse separado del niño y significar el enfado de este: «Te puedes ir, no te necesito. Soy yo mismo el que te echa.»
Freud en el mismo texto de Más allá del Principio del placer agrega que el niño acostumbraba “un año después, al enfadarse contra alguno de sus juguetes, arrojarlo contra el suelo, diciendo: «¡Vete a la gue(rr)a!» Le habían dicho que el padre, ausente, se hallaba en la guerra, y el niño no le echaba de menos, sino que, por el contrario, manifestaba claros signos de que no quería ser estorbado en la exclusiva posesión de la madre”. Dando claramente lugar a la articulación de esta experiencia lúdica a el inicio de la conflictiva edípica.

Complejo de Edipo:
Complejo de relaciones en la estructura familiar en la cual se incorpora el niño en su fase fálica de desarrollo psicosexual, donde la curiosidad sexual hacia su madre crea un vínculo de naturaleza erótica con ella y de agresión hacia la figura paterna. Es el padre, lugar de la ley, quien impide el incesto con su doble mandato: “no te casarás con tu madre” y “no reintegrarás tu producto”. Es la madre quien debe hacerlo escuchar por el niño; es ella quien autoriza al padre.
Este momento involucra una serie de experiencias placenteras y represivas que acarrean como corolario la instauración del yo ideal y de la conciencia moral (instancia superyoica).

En otros términos, es el Complejo de Edipo que decide de manera más o menos definitiva el tipo de elección de objeto y la identidad sexual del sujeto.
Estos momentos que se constituyen entorno al concepto del niño y su sexualidad no existen en la práctica como tales. No son traspuestos directamente sino como consecuencia de una observación intencional, sistemática, de la atención “libremente” flotante del trabajo clínico y del análisis de la propia posición respecto de estos momentos en la historia subjetiva del terapeuta.

La ética del terapeuta reside en valorar todas las observaciones, análisis e interpretaciones de la experiencia clínica, desde el análisis de su propia subjetividad (llámese contratransferencia o resistencia del analista).

¿Cómo y dónde se observan estas cuestiones en el trabajo clínico?
Estas cuestiones cobran relevancia cuando observamos:
ü  Relaciones  simbióticas entre bebé y madre que se prolongan en el tiempo;
ü  Cuando la angustia del niño se corresponde a la angustia materna.
ü  Cuando la mirada materna registra no registra logros del niño;
ü  Cuando hay una negación del lugar del padre, madres solteras.
ü  Vínculos agresivos y violentos entre padres e hijos.
ü  Etc.
Ejemplos que remiten al propio tránsito de los padres por estos momentos en la constitución de su subjetividad. Donde es particularmente central las características de la elaboración de la conflictiva edípica.


Ø  Determinantes y/o condicionantes para la construcción de la imagen corporal del niño. Su valor para la constitución subjetiva.
Quien rescata del estado de prematurez e indeterminación -del altricial desamparo- es la madre con su función. Aquí cumple un papel relevante las características subjetivas de la madre y su pasaje por los desfiladeros del significante.
El lugar en el que se ubica el niño imaginado, el duelo frente al contraste entre éste y lo real de la discapacidad que se incorpora como siniestro en el narcisismo de cada padre y de la pareja conyugal.
Lacan en su monografía “La Familia” destaca la importancia de las características de salud o patología vincular entre los padres, pues es en ése espacio en que se ubica el niño.
Una madre suficientemente buena que pueda elaborar el duelo del niño deseado y la  -ruptura narcisista consecuente- puede rescatar al individuo de la psicosis o de la muerte. Facilitando su tránsito por los momentos lógicos de constitución del psiquismo, en su contacto físico con él, en la comunicación, en la atención sobre los diversos aspectos del desarrollo de su hijo (función escópica).
La discapacidad pervierte la relación de la madre con su propio deseo y su deseo de hijo, la cual en tanto se pueda reacomodar, reposicionar, posibilitará el surgimiento de un deseo propio del niño.

Ø  “El deseo del Otro”, “Baño del lenguaje”. “Sujeto de deseo”.

En el desamparo del individuo humano al nacer, es el “deseo del Otro” –representado por la madre- el que le permite constituirse en sujeto y entablar ese doble vinculo con el Otro y con su propio deseo. Deseo inconsciente que acarreará durante toda su existencia en tanto sujeto.
El concepto de “sujeto” tomado por Lacan como ¡aquello que se habla” o “asunto de que se habla” da cuenta claramente del valor atribuido al lenguaje como estructura que preexiste a los humanos y que los determina .
Está claro que su concepción del lenguaje sobrepasa a la versión de la lingüística tradicional ya que alude a las producciones simbólicas que tienen sus raíces en el Inconsciente. 
Son conceptos recurrentes y equívocos que pueden alcanzarse a comprender cabalmente por la transmisión académica –en parte- y principalmente por el tránsito por el análisis personal. Lo transferencial en el sentido analítico se da también en el aprendizaje de la teoría y práctica clínica.

H.R.V.




[1] Trabajo de integración. Especialidad en Estimulación Temprana. Fundación Centro Crianza Córdoba. 2005.
[2] Narcisismo según Lacan sólo aparece como consecuencia de un punto de referencia propio, un cierto sí mismo. Primitivamente no puede haber narcisismo si no hay yo.

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