martes, 2 de diciembre de 2014

Notas sobre la medicalización de los niños y niñas molestos

Ya Winnicott lo mencionaba, al decir que "molesto" es un niño sano que interroga al adulto, es tan natural como el niño que juega que el niño moleste.
De otra forma estaríamos esperando síntomas de adultez prematura en un niño al pretender una adaptación a nuestras necesidades e intereses de manera absoluta.
Ya lo he dicho en algún otro texto por ahí, que la condición del aprender no siempre se liga a lo placentero, sino más bien, cuando es esencial, se ve atravesado por el sufrimiento y el dolor.
Lo que sucede es que muchas veces la molestia de los niños, especialmente los varones, desarticula, altera, desestabiliza estructuras complejas de relación entre los adultos o intra lo adultos.
Se ubica en puntos de clivaje -al decir de una pedagoga que leí en mi formación de base- que denuncian problemáticas que deben ser resguardadas como parte de las neurosis adultas. Y allí comienza el problema del niño, y para los adultos se objetiva en el niño la problemática.
Esta, es la mejor manera insconsciente de resolver una tensión interna intrapsíquica de los adultos.


Al centrarme en la causalidad psíquica de estas expresiones sintomáticas, no desconozco orígenes posibles de índole orgánico, sino más bien, no me dedico a ellos ni los niego en este momento.
Una vez estructurada en los adultos esta forma de funcionar y pensar la situación de su hijo, los demás complementan esta mirada. Muchas veces, "los demás" incluye al terapeuta, psicólogo, psicopedagogo, u otro. Quienes de manera conjunta, inconsciente también, abrevan en la idea del síntoma como una cuestión de índole individual, subjetiva, orgánica.
Prontamente acuden miradas de tipo médicas, que señalan la necesidad de buscar en la farmacia aquello que va a ayudar al niño, y a los padres -agregaría, a los terapeutas- a mantener conductas adaptadas.
El sujeto, el niño, queda atrapado en este corsé farmacológico, construido inconscientemente por los adultos que pretenden ayudarlo.
Tanto la medicación como las terapias centradas en el control de las conductas del niño, tienden a tapar, obstruir la expresión del malestar que subyace, la pregunta sobre qué es lo que influye y cuáles son las circunstancias en que se dan las conductas del niño.
Pero todo este recorrido fatalista puede tener otros desenlaces más saludables...

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