viernes, 17 de octubre de 2025

Clínica psicopedagógica una aproximación teórico-práctica desde la subjetividad, el lenguaje y la ética del cuidado

 

El aprendizaje significativo en la clínica psicopedagógica  

En la práctica clínica psicopedagógica, el concepto de aprendizaje significativo no puede reducirse a una mera estrategia didáctica o a un criterio de eficacia escolar. Por el contrario, debe ser comprendido como un proceso profundamente subjetivo, simbólico y transformador, que involucra al sujeto en su totalidad: sus deseos, sus conflictos, sus modos de relacionarse con el conocimiento, con los otros y consigo mismo. Esta perspectiva exige al psicopedagogo una mirada clínica rigurosa, sensible a la singularidad de cada caso y comprometida con una ética del cuidado que trascienda lo meramente técnico.

1. Aprendizaje significativo: más allá de lo escolar

El aprendizaje significativo, en el sentido que interesa a la psicopedagogía clínica, no se limita a la adquisición de contenidos curriculares. Se refiere a aquellos procesos mediante los cuales el sujeto incorpora saberes que modifican su posición en el mundo, su forma de pensar, sentir y actuar. Este tipo de aprendizaje no es cómodo ni inmediato; por el contrario, suele implicar tensión, incertidumbre e incluso sufrimiento. Como señala la tradición psicoanalítica y constructivista, el conocimiento verdadero no es el que se repite, sino el que produce efectos en la subjetividad.

En la clínica, esto implica que el psicopedagogo no busca simplemente “enseñar a leer” o “resolver dificultades en matemáticas”, sino comprender por qué ese niño o adolescente no puede apropiarse de esos saberes en relación con su historia, sus vínculos y sus modos de habitar el lenguaje. Por ejemplo, un niño que no logra consolidar la lectoescritura no necesariamente presenta un déficit cognitivo; puede estar atravesando una dificultad simbólica: tal vez no puede “dar sentido” a las palabras porque, en su entorno, el lenguaje ha sido usado como instrumento de control, silenciamiento o confusión. En estos casos, el trabajo clínico no se centra en la técnica, sino en la reconstrucción de un espacio simbólico donde el lenguaje recupere su función de mediación entre el sujeto y la realidad.


2. El lenguaje como eje del proceso clínico

El lenguaje no es solo el medio a través del cual se transmite el conocimiento escolar; es, ante todo, el tejido simbólico en el que se constituye la subjetividad. En la clínica psicopedagógica, cada palabra utilizada por el niño, el adolescente o los padres debe ser escuchada en su dimensión semántica, afectiva y pragmática. No se trata de corregir errores, sino de comprender qué función cumple ese uso del lenguaje en la economía psíquica del sujeto.

Por ejemplo, cuando un niño dice “no entiendo nada”, esta frase puede funcionar como una defensa frente a la angustia de no poder sostener una posición de sujeto que sabe. O cuando un adolescente afirma “esto no sirve para nada”, puede estar expresando una desvinculación simbólica respecto al saber escolar, producto de una experiencia repetida de fracaso o desautorización.

Aquí cobra relevancia el trabajo con los campos semánticos y las familias léxicas. Al analizar cómo un niño organiza su vocabulario en torno a ciertos ejes temáticos (por ejemplo, “familia”, “escuela”, “cuerpo”), el psicopedagogo puede identificar núcleos de sentido, ausencias, repeticiones o distorsiones que revelan modos particulares de construir la realidad. Este análisis lingüístico no es un ejercicio académico, sino una herramienta clínica fundamental para formular hipótesis diagnósticas y diseñar intervenciones pertinentes.


3. Deseo, motivación y voluntad: diferenciaciones clínicas cruciales

Una de las confusiones más frecuentes en la práctica educativa —y también en la psicopedagogía— es equiparar deseo, motivación y voluntad. Desde una perspectiva clínica, estas nociones deben ser cuidadosamente diferenciadas:

  • El deseo es inconsciente, ligado al placer y a la búsqueda de lo que falta. Es lo que impulsa al sujeto a interrogar, a explorar, a arriesgarse. En la clínica, el trabajo consiste en detectar los rastros del deseo en los actos fallidos, en los juegos, en las producciones gráficas o en las resistencias. Un niño que “no quiere aprender” puede estar mostrando, en realidad, que el saber le ha sido presentado como algo ajeno a su deseo, como una imposición externa.
  • La motivación, en cambio, es un constructo psicológico que alude a la disposición interna para involucrarse en una tarea. Aunque más consciente que el deseo, sigue siendo profundamente idiosincrásica. Dos niños pueden enfrentar la misma actividad con motivaciones radicalmente distintas, según sus historias personales. El psicopedagogo clínico no busca “motivar” desde fuera, sino crear condiciones para que la motivación emerja desde la propia subjetividad del niño.
  • La voluntad, por su parte, pertenece al orden del deber y la norma. Es superficial y efímera. Cuando se apela a la voluntad (“tenés que esforzarte más”), se ignora la dimensión inconsciente del aprendizaje y se culpa al sujeto por su “falta de esfuerzo”. En la clínica, este tipo de discurso suele reforzar sentimientos de culpa e inadecuación, obstaculizando aún más el proceso de aprendizaje.

4. Curiosidad y sexualidad: una relación olvidada en la educación

La curiosidad infantil no es un rasgo cognitivo neutral, sino una manifestación del deseo de conocer lo que se oculta. Freud (1908) mostró cómo las primeras preguntas de los niños —sobre el origen de la vida, las diferencias sexuales, el cuerpo— están cargadas de una intensidad afectiva y simbólica que los adultos suelen desconocer o reprimir. Cuando esta curiosidad es silenciada, castigada o ridiculizada, no solo se inhibe el desarrollo psicosexual, sino también la disposición general al saber.

En la clínica psicopedagógica, es fundamental indagar si el niño ha podido formular preguntas y recibir respuestas coherentes en su entorno. La represión de la curiosidad puede manifestarse en una aparente “falta de interés” por el aprendizaje, cuando en realidad se trata de una defensa frente al riesgo de ser castigado por querer saber. El psicopedagogo, en este sentido, debe funcionar como un adulto que contiene la curiosidad, que permite que el niño explore sin miedo, y que le ayuda a simbolizar aquello que antes era inefable.


5. El sufrimiento como condición del aprendizaje transformador

Contrariamente a las visiones positivistas que promueven el aprendizaje como fuente de placer inmediato, la clínica psicopedagógica reconoce que los aprendizajes más profundos están atravesados por el conflicto, la frustración y el duelo. Aprender a leer, a escribir, a sostener una relación, a ser autónomo… todos estos procesos implican renuncias, pérdidas y reorganizaciones subjetivas.

En la consulta, esto significa que el psicopedagogo no debe buscar eliminar el malestar del niño, sino acompañarlo en su elaboración. Por ejemplo, un niño que se resiste a escribir puede estar enfrentando la angustia de “dejar una huella” en el mundo, de exponerse al juicio del otro. El trabajo clínico consiste en transformar esa angustia en un espacio de juego simbólico donde la escritura pueda ser apropiada como un acto de creación, no de rendimiento.



6. Ética clínica: contra la banalización del saber

Una de las mayores tentaciones en la práctica psicopedagógica es la banalización del aprendizaje: reducirlo a técnicas, fichas, refuerzos o diagnósticos estandarizados. Esta banalización responde, muchas veces, a la presión institucional por obtener resultados rápidos, pero termina desconociendo la complejidad del sujeto.

La ética clínica exige, en cambio, una postura de humildad y rigor: reconocer que no hay certezas absolutas, que cada caso es único, y que el lenguaje debe ser manejado con precisión. Esto implica, por ejemplo, no decir a los padres “su hijo tiene TDAH” como si eso explicara todo, sino ayudarles a comprender qué función cumple esa conducta en la trama familiar y escolar. Implica también no prometer “soluciones mágicas”, sino trabajar en la construcción lenta y paciente de condiciones para que el aprendizaje pueda acontecer.


Conclusión

En la clínica psicopedagógica, el aprendizaje significativo no es un objetivo a alcanzar, sino un proceso a habitar. Requiere un psicopedagogo que sea, a la vez, intérprete del lenguaje, cuidador del deseo y testigo del sufrimiento. Solo desde esta posición es posible acompañar al sujeto no a “saber más”, sino a transformarse a través del saber. Y es en esa transformación —dolorosa, incierta, pero profundamente humana— donde reside el verdadero sentido de la psicopedagogía clínica.


Apuntes de Clase de PPP - ISET Psicopedagogía- Cátedra: Vega

 

Enseñar Psicopedagogía desde la Clínica Psicopedagógica

 

Análisis y descripción del modelo de enseñanza en la clase de Psicopedagogía

El modelo de enseñanza implementado en la cátedra del segundo año de la carrera de Psicopedagogía del Instituto Superior de Educación Técnica (ISET) se caracteriza por una articulación singular entre clínica psicopedagógica, teoría crítica y pedagogía dialógica. Este enfoque trasciende la mera transmisión de contenidos disciplinares para proponer una formación centrada en la comprensión profunda de los procesos subjetivos implicados en el aprendizaje, tanto en los futuros psicopedagogos como en los sujetos con quienes trabajarán profesionalmente.

Desde una perspectiva clínica —fuertemente influenciada por el psicoanálisis—, el aprendizaje es concebido como una experiencia existencial que implica transformación, incertidumbre y, en muchos casos, malestar. En este marco, el rol del psicopedagogo no consiste en aplicar técnicas estandarizadas, sino en ejercer una escucha atenta a la singularidad del otro, reconociendo que cada proceso de aprendizaje está atravesado por deseos, historias, conflictos y marcas subjetivas. Esta concepción se alinea con la noción freudiana de transferencia, entendida como “la repetición en la relación actual de modos de reaccionar que pertenecen a experiencias pasadas” (Freud, 1912/1976, p. 108). En tanto acto simbólico, aprender no es solo incorporar información, sino confrontar modos de estar en el mundo y en el saber.

La clase se desarrolla en una modalidad conversacional que favorece la co-construcción del conocimiento. El docente utiliza preguntas abiertas, marcadores de oralidad, ejemplos cotidianos y un lenguaje que alterna registros académicos y coloquiales, con el propósito de aproximar conceptos complejos a la experiencia vital de los estudiantes. Esta estrategia didáctica no solo facilita la apropiación crítica de los saberes, sino que modeliza una postura relacional abierta, empática y no jerárquica. En este sentido, el modelo se inscribe en la tradición de la pedagogía dialógica de Freire (1970), quien sostiene que “la educación verdadera es praxis: reflexión y acción del ser humano sobre el mundo para transformarlo” (p. 79). Asimismo, resuena con la propuesta de Bakhtin (1981), para quien “el lenguaje es siempre un diálogo entre voces” (p. 276), lo que implica que el conocimiento emerge en la interacción, no en la imposición unilateral.

Un rasgo distintivo del modelo es su enfoque interdisciplinario. A lo largo de la clase, se articulan referencias teóricas provenientes del psicoanálisis, la semiótica, la psicología cognitiva y la pedagogía crítica, no como saberes acumulados, sino como herramientas para interrogar las propias prácticas y representaciones sobre el aprendizaje. Esta articulación refleja una postura epistemológica que reconoce la complejidad del fenómeno educativo y rechaza las visiones reduccionistas o tecnicistas. Por ejemplo, Bruner (1996) propone que “el aprendizaje es una actividad culturalmente mediada”, en la que los significados se construyen en contextos sociales y narrativos (p. 43). A su vez, Eco (1979) sostiene que “todo acto de comunicación es un acto de interpretación semiótica” (p. 58), lo que subraya la necesidad de considerar los códigos, signos y marcos simbólicos que median en la relación con el saber. Estas perspectivas permiten al psicopedagogo en formación desnaturalizar las dificultades de aprendizaje y comprenderlas como efectos de múltiples determinaciones, no como déficits individuales.





Asimismo, el modelo está atravesado por una clara dimensión ética. Se enfatiza que banalizar el aprendizaje —por ejemplo, reducirlo a resultados medibles, técnicas de estudio o estrategias de “zafar”— constituye una forma de desconocer la subjetividad del que aprende y, por tanto, una falta tanto epistemológica como ética. En este sentido, la responsabilidad del psicopedagogo radica en sostener la complejidad del proceso, respetar los tiempos subjetivos y evitar generalizaciones o diagnósticos apresurados. Esta postura ética se vincula con la noción de responsabilidad infinita de Lévinas (1982), para quien “el rostro del otro me interpela antes de toda teoría” (p. 87), exigiendo un compromiso que no puede ser instrumentalizado ni reducido a categorías técnicas.

Finalmente, la relación docente-estudiante también se inscribe en esta lógica ética: se observa una sensibilidad hacia las condiciones reales del alumnado (cansancio, distracción, sobrecarga), expresada mediante gestos de reconocimiento empático, flexibilidad temporal y uso del humor. Estas intervenciones refuerzan una concepción del estudiante como sujeto activo, pensante y vulnerable, en consonancia con la mirada clínica que se promueve en la formación. Esta actitud resuena con la ética del cuidado de Noddings (1984), quien propone que “la educación debe partir del encuentro genuino entre quien enseña y quien aprende, en un clima de confianza y receptividad” (p. 24).

En conjunto, este modelo de enseñanza puede entenderse como una propuesta formativa que integra rigor teórico, sensibilidad clínica y compromiso ético. Su clase no solo transmite conocimientos, sino que instala una manera de estar en la psicopedagogía: una postura que valora la duda, la escucha, la complejidad y la transformación como dimensiones constitutivas del acto de aprender y de acompañar a otros en ese proceso.


Referencias

Bakhtin, M. (1981). The dialogic imagination: Four essays (C. Emerson & M. Holquist, Eds.; C. Emerson, Trad.). University of Texas Press. (Trabajo original publicado en ruso en 1930–1940)

Bruner, J. (1996). The culture of education. Harvard University Press.

Eco, U. (1979). Tratado de semiótica general. Lumen.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Freud, S. (1976). La dinámica de la transferencia. En Obras completas (Vol. XII, pp. 103–116). Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1912)

Lévinas, E. (1982). Ética e infinito: Diálogos de Emmanuel Lévinas con Philippe Nemo. Visor.

Noddings, N. (1984). Caring: A feminine approach to ethics and moral education. University of California Press.

La entrevista con los padres (el/la/los/las/les) en el marco del diagnóstico psicopedagógico

 (Clase 09/10/25 - PPP)

La entrevista inicial con los padres constituye un momento fundante del proceso diagnóstico. Su propósito no es únicamente recabar antecedentes biográficos, sino establecer una alianza terapéutica que permita comprender la problemática del niño en su contexto familiar.




Una razón central para que esta entrevista se realice sin la presencia del niño es protegerlo de escuchar las preocupaciones, frustraciones o juicios que los padres puedan expresar. Aun cuando esas apreciaciones respondan a una percepción subjetiva —y no necesariamente a la realidad del niño—, su exposición directa puede generar en él sentimientos de culpa, ansiedad o desvalorización. Además, la ausencia del hijo garantiza que los padres puedan hablar con libertad, sin autocensura, sobre sus dificultades, conflictos o malestares vinculados a la crianza.


La naturaleza de la información parental

Según Aberastury y Knobel (1980), los datos aportados por los padres suelen ser inexactos, deformados o superficiales. Esta distorsión no responde necesariamente a mala fe, sino a que los adultos viven la entrevista como un enjuiciamiento personal. El miedo a ser juzgados como “malos padres” activa mecanismos defensivos —como la negación, la minimización o la idealización— que interfieren con la transmisión de información fidedigna.

Esta resistencia suele ser inconsciente: los padres no niegan intencionalmente, sino que no logran reconocer plenamente lo que ocurre con su hijo porque ello implicaría confrontar sus propios conflictos, carencias o expectativas frustradas. Por ejemplo, es común escuchar: “En casa no tiene problemas; debe ser cosa de la escuela”, lo que revela una dificultad para integrar distintos contextos o aceptar que el síntoma trasciende lo escolar.


Estrategias para disminuir la angustia parental

Para facilitar una comunicación más abierta, el profesional debe explicitar desde el inicio su postura:

“No estoy aquí para juzgarlos, sino para acompañarlos y pensar juntos qué está pasando con su hijo.”

Esta aclaración —aunque parezca obvia para el clínico— es crucial para los padres, quienes suelen sentir que exponer sus errores o debilidades los dejará en evidencia. Al posicionarse como aliado y no como juez, el psicopedagogo reduce la angustia y abre un espacio de confianza donde lo dicho puede ser más cercano a la verdad subjetiva de la familia.


Contenidos indispensables de la entrevista

Aberastury y Knobel (1980) sostienen que no debe finalizarse la entrevista sin haber obtenido los siguientes cuatro núcleos de información:

  1. Motivo de consulta: la queja explícita y quién la formuló (maestra, médico, los propios padres), así como el recorrido previo de intervenciones.
  2. Historia evolutiva del niño: desde el embarazo hasta la actualidad, incluyendo hitos del desarrollo físico, emocional, cognitivo y social.
  3. Rutina cotidiana: cómo se organiza un día habitual, un domingo, un feriado o una celebración como el cumpleaños. Esto revela la estructura familiar, los tiempos compartidos, los límites y la calidad de los vínculos.
  4. Relaciones familiares: configuración del grupo familiar, roles parentales, presencia/ausencia emocional y funcional de los adultos, y dinámicas de comunicación.

Estos datos permiten ubicar al niño dentro de su trama vincular y comprender el lugar que ocupa en la familia, así como la función que su síntoma podría estar cumpliendo en ese sistema.


Características metodológicas: entrevista dirigida y limitada

La entrevista debe ser dirigida y limitada:

  • Dirigida: el profesional guía activamente la conversación hacia los ejes diagnósticos relevantes, evitando divagaciones que no aporten al caso.
  • Limitada: se establecen límites temporales y temáticos claros. Esto no implica rigidez, sino intencionalidad clínica. Algunos padres, por ansiedad o costumbre, tienden a hablar extensamente sobre temas colaterales; el clínico debe contener con tacto esas digresiones y reenfocar la conversación.

Esta estructura no obstaculiza la empatía, sino que la potencia: al demostrar claridad de propósito, el profesional transmite seguridad y competencia, lo que refuerza la alianza diagnóstica.


Presencia vs. ausencia parental

La presencia parental no se reduce a la cohabitación física, sino que implica una presencia activa: estar emocionalmente disponible, responder con sensibilidad a las necesidades del hijo, sostener límites y cumplir las funciones parentales con compromiso.

Cuando esta presencia es consistente, se favorece:

  • La construcción de una identidad segura.
  • La internalización de normas.
  • La regulación emocional.
  • El desarrollo progresivo de la autonomía.

Por el contrario, la ausencia —física, emocional o funcional— puede generar:

  • Desorganización en la estructura familiar.
  • Confusión en los roles.
  • Dificultades en la comunicación afectiva.
  • Impacto directo en el desarrollo emocional y escolar del niño.

Como señala Aberastury, no basta con que el padre o la madre “esté”; importa cómo está: si está involucrado, si responde a los llamados del hijo, si cumple su rol con afecto y responsabilidad, o si está presente como un “robot” que cumple obligaciones sin conexión emocional.


Exploración de la historia evolutiva

Embarazo y nacimiento

Este período marca el inicio de la vida psíquica del niño. Se indaga:

  • Si el embarazo fue deseado o no.
  • La reacción emocional inicial de los padres (alegría, rechazo, ambivalencia).
  • La evolución de esos sentimientos durante la gestación.
  • Las condiciones del parto: a término o prematuro, con o sin anestesia, acompañamiento, conocimiento del proceso por parte de la madre, relación con el equipo médico.

La experiencia del parto es un acontecimiento simbólico cargado de afectos. Por ello, el lenguaje no verbal (tono, gestos, pausas, bloqueos) aporta tanta información como el contenido verbal. Aberastury destaca que el 75 % de la comunicación es no verbal, y que es en el cuerpo donde se inscriben las angustias no dichas.

Alimentación y primera infancia

La lactancia es el primer acto de relación simbiótica. Se exploran:

  1. Tipo de lactancia (materna o artificial).
  2. Presencia del reflejo de succión.
  3. Momento en que el bebé se prendió al pecho tras el nacimiento.
  4. Características del pezón y posibles dificultades.
  5. Ritmo de alimentación: intervalos entre tomas y duración de cada una.

Estos detalles no son meramente técnicos: reflejan la calidad del vínculo, la capacidad de la madre para interpretar y responder a las señales del bebé, y su concepción de la maternidad.

Desarrollo psicomotor y del lenguaje

  • Caminar simboliza la separación de la madre y el inicio de la autonomía. Las actitudes maternas pueden favorecer, apurar o trabar este proceso, influyendo en la construcción de la independencia.
  • El lenguaje es un indicador de la capacidad de simbolización y de adaptación a la realidad social. Un retraso puede expresar una dificultad vincular más que una alteración neurológica.

Sueño, control de esfínteres y sexualidad

  • Sueño: los trastornos reflejan ansiedades no elaboradas.
  • Control de esfínteres: revela la actitud de los padres frente al cuerpo, la autonomía y la limpieza/suciedad.
  • Sexualidad infantil: sigue siendo un tema tabú. Muchos padres niegan cualquier manifestación sexual en sus hijos por incomodidad o desconocimiento, aunque la curiosidad y el juego exploratorio son expresiones normales del desarrollo.

Importancia del registro clínico

Registrar minuciosamente las fechas de inicio, evolución y modificaciones del síntoma permite:

  • Realizar un seguimiento objetivo del caso.
  • Evaluar la eficacia de las intervenciones.
  • Detectar posibles errores o sesgos en la propia práctica.

El registro es, por tanto, una herramienta tanto clínica como ética: garantiza la responsabilidad profesional y la continuidad del proceso.


Conclusión pedagógica

El enfoque de la asignatura promueve una enseñanza activa y participativa, en la que el estudiante construye conocimiento desde la reflexión, el análisis de casos y la puesta en práctica. Esta metodología no solo mejora la retención de contenidos, sino que modeliza la postura que el futuro psicopedagogo deberá asumir: abierta, crítica y centrada en el otro.

Asimismo, se subraya la importancia de la lectura sistemática y del cuidado en la expresión escrita y oral, competencias esenciales para un profesional cuya herramienta principal es la palabra.


Bibliografía fiel y verificada

La fuente teórica central que sustenta los contenidos abordados en esta clase es:

Aberastury, A., & Knobel, M. (1980). Teoría y práctica del psicoanálisis de niños (2.ª ed.). Buenos Aires: Paidós.
(Primera edición en formato libro: 1980; basada en enseñanzas y notas clínicas de Aberastury desde los años 1950–1970).

  • Capítulo 1: “La entrevista con los padres” —aborda con profundidad la ansiedad parental, la resistencia inconsciente, la importancia de los datos evolutivos y la función del analista como aliado no juzgador.

Otras obras relevantes de Aberastury (aunque no centradas en la entrevista inicial):

Aberastury, A. (1963). Adolescencia normal: un enfoque psicoanalítico. Buenos Aires: Paidós.
Aberastury, A., & Knobel, M. (1971). La adolescencia y sus conflictos. Buenos Aires: Paidós.

Estas obras, junto con su legado clínico y docente, siguen siendo referentes obligados en la formación de psicopedagogos y psicoanalistas en América Latina.